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La apropiación social del conocimiento científico posee entre algunas de sus condiciones de posibilidad el no disociar los resultados de los métodos usados, regular los derechos de propiedad más a favor del público y promover los buenos espacios de democratización en C & T.

Aquí analizo pasajes de La ciencia en una sociedad libre de Paul Feyerabend, repaso algunas definiciones de “periodismo científico” y “comunicación científica pública” (CCP) y sugiero ciertos productos audiovisuales como herramientas idóneas para una progresiva apropiación ciudadana.

Ilustración: https://es.wikipedia.org/wiki/Copyleft


Introducción

Este artículo examinará ciertas condiciones de posibilidad de la apropiación ciudadana de la ciencia abordando ciertos ámbitos en principio no ligados a la educación científica formal. Una conexión ciudadana adulta con las investigaciones científicas y las decisiones tecnológicas parece jugarse en distintos campos:

a) evitar la disociación de resultados o “descubrimientos” de los métodos usados para llegar a ellos, tan habitual en la difusión mediática;

b) promover “derechos de propiedad débil” o regulados más a favor del público;

c) compartir buenos espacios de comunicación científica pública, y difundir las múltiples formas de respuesta, virtuales o presenciales, ante afirmaciones o interpretaciones erróneas vinculadas a la C & T y las previsibles manipulaciones políticas o empresariales.

Por último, exploraremos los contenidos científico – tecnológicos involucrados en una pequeña muestra de series televisivas, portales de Internet, películas documentales y de ficción, sin descuidar ciertos aspectos ideológicos subyacentes, concibiendo su contemplación y su análisis como herramientas idóneas para una progresiva apropiación ciudadana.

Aunque se hará de ellos alguna mención ocasional en el presente texto, no formarán parte de nuestro objeto de análisis las ofertas curriculares de educación científica en cualquiera de las ramas de la educación formal, ni tampoco los cursos de periodismo científico o comunicación pública de la ciencia en instituciones públicas o privadas, ni los talleres y seminarios realizados en el contexto de foros empresariales o actividades convocadas por organizaciones no gubernamentales.

También es pertinente interrogarse acerca de qué rol hemos de atribuirle a los pueblos que se levantan en defensa de su tierra y de su agua, de su fauna y  de su flora, de sus medicinas tradicionales y de su manera de vivir.[1] O a los movimientos sociales que luchan contra fábricas de celulosa, campos de cultivo transgénico, proyectos de plantas nucleares o de minería a cielo abierto, o de grandes superficies destinadas a la soja y escamoteadas a la gente.[2] Estos grupos humanos y sus acciones constituyen una dimensión de extraordinario valor, con sus vulnerabilidades y sus aciertos, en el proceso de apropiación social del conocimiento, pero en esta oportunidad no estarán ante nuestro foco de análisis. Es cierto que la apropiación ciudadana de la C & T es dinámica y también se obtiene mediante dichos procesos. En algún sentido también esas luchas forman parte de las “condiciones de posibilidad”. Y es verdad que no configura una “condición suficiente” la posesión meramente intelectual de nociones abstractas. Pero por necesidades de acotar el campo de estudio, evitando los riesgos de la dispersión, nuestra exploración de las “condiciones necesarias” se restringirá dentro de lo posible a las declaradas al inicio, revisitando a lo sumo algunos conceptos de La ciencia en una sociedad libre de Paul Feyerabend.[3]

Apropiación social del conocimiento, periodismo científico, comunicación científica pública

Algunas definiciones previas pueden resultar útiles. La expresión “apropiación ciudadana de la ciencia” remite a un concepto más amplio como el de “apropiación social del conocimiento” (ASC). Según el portal Colciencias, Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI), perteneciente al Sistema Nacional de CTI (Colombia), la ASC es una estrategia que:

Busca promover una apropiación social del conocimiento, entendiendo por ésta un proceso de comprensión e intervención de las relaciones entre tecnociencia y sociedad, construido a partir de la participación activa de los diversos grupos sociales que generan conocimiento (Colciencias, 2013).

Esta estrategia posee ciertas cuatro características. Primero, es intencionada. Segundo, la constituyen “grupos sociales expertos en ciencia y tecnología”, y además “los distintos sectores que intervienen en la constitución de estos procesos generan mediaciones”. Tercero. “Es un proceso donde la sociedad civil se empodera a partir del conocimiento”. En cuarto lugar, se establece el rasgo más interesante: “Apropiación no es enajenación”, e “implica aún en las relaciones más asimétricas traducción y ensamblaje dentro de los marcos de referencia de los grupos participantes” (Colciencias, ibíd.).

Aquí se asume, por cierto, la “construcción social del conocimiento”. Pese a que la balanza de esta descripción inicial parece inclinarse del lado de los expertos, la idea se completa luego con la presencia activa de “las comunidades y grupos de interés de la sociedad civil”:

Esta comprensión amplía las dinámicas de producción de conocimiento más allá de las sinergias entre sectores académicos, productivos y estatales; incluyendo a las comunidades y grupos de interés de la sociedad civil. Esta ampliación integra apropiación e innovación en un mismo plano, bajo el principio de construcción social del conocimiento (Colciencias, ibíd.).

Importa destacar que este proceso intencional supone la interacción entre culturas sociales de expertos y no expertos. Lo esencial es que “la apropiación no es una recepción pasiva”. Según el portal colombiano:

La apropiación social del conocimiento es el fundamento de cualquier forma de innovación porque el conocimiento es una construcción compleja que involucra la interacción de distintos grupos sociales. La producción de conocimiento no es una construcción ajena a la sociedad, se desarrolla dentro de ella, a partir de sus intereses, códigos y sistemas. Por otra parte, la innovación entendida como la efectiva incorporación social del conocimiento en la solución de problemas, o en el establecimiento de nuevas relaciones; no es más que la interacción entre grupos, artefactos, culturas sociales de expertos y no expertos. La apropiación no es una recepción pasiva, involucra siempre un ejercicio interpretativo y el desarrollo de unas prácticas reflexivas (Colciencias, ibíd.).

En segundo lugar, se ha caracterizado el“periodismo científico”, retomando la propuesta de Manuel Calvo,como “una especialización informativa que consiste en divulgar la ciencia y la tecnología a través de los medios de comunicación de masas” (Calvo, 1984 y 2001) (Avogadro, 2002). El propio Manuel Calvo deploraba la anfibología de la expresión, pero desde hace décadas fue adoptada por numerosas instituciones educativas y organismos internacionales, de modo que no haremos lugar aquí a plantear cuestiones de palabras, aunque periódicamente convenga recordarlo. Otros rasgos se han aportado para el dibujo conceptual del periodismo científico. En particular, según Marisa Avogadro:

Es un subsistema del periodismo, el cual a su vez se integra en el área más amplia de la comunicación. Se lo ha definido también como una actividad que selecciona, reorienta, adapta, refunde un conocimiento específico, producido en el contexto particular de ciertas comunidades científicas, con el fin de que tal conocimiento, así transformado, pueda ser apropiado dentro de un contexto distinto y con propósitos diferentes por una determinada comunidad cultural (Avogadro, 2002).

La misma autora puntualiza que el periodismo científico:

Establece un puente de unión entre los productores del conocimiento científico y el público en general, en una labor informativa y educativa, con el propósito de ayudar a los individuos a mejorar su relación con el entorno que los rodea. Permite llevar claridad en áreas del conocimiento poco entendibles por el público mayoritario y abrir caminos de comprensión donde la falta de conocimiento tiñe de temor lo cotidiano (Avogadro, ibídem).

Otro aspecto relevante reside en que el periodismo científico posee al menos cuatro modalidades, asociadas respectivamente a cuatro géneros sugeridos por cierta tradición clasificatoria.

Todo material de periodismo científico puede realizarse y difundirse conforme con cualquiera de los lineamientos de los cuatro géneros periodísticos: informativo, interpretativo, de opinión ó de entretenimiento (Avogadro, ibídem).

No deberían confundirse, en el flujo de contenidos de los medios de comunicación, estas cuatro modalidades posibles de periodismo científico: “informativo, interpretativo, de opinión o de entretenimiento”. Quizás el error más habitual consista en reducir el periodismo científico a ciertas “noticias” espectaculares, ubicables en las áreas de información, o a ciertos datos pintorescos, propios de los espacios de entretenimiento. En realidad, esas cuatro dimensiones pueden, al menos en teoría, fusionarse de modo atractivo, sin pérdidas excesivas de rigor o fidelidad elemental al tema presentado. Sin embargo, de hecho resulta más frecuente olvidar el periodismo científico interpretativo y de opinión, privilegiando el “descubrimiento” descontextualizado, y la exhibición a veces distorsionada de aspectos entretenidos. Parece bastante obvio que los géneros interpretativo y de opinión, más abstractos y “serios”, han ido perdiendo predicamento ante la fusión de la información y el entretenimiento. En otras palabras, el infotainment, procedente de la combinación de information y entertainment, consiste en ofrecer información en formatos típicos del entretenimiento (infoentretenimiento), en todos los medios masivos de comunicación.

Para completar este panorama de definiciones, que deberían ser tomadas más como guías orientadoras que como enunciados rígidos, incorporemos una expresión adicional, confortablemente amplia para proteger bajo su paraguas muchas de las reflexiones de las próximas líneas. La “comunicación científica pública” (CCP) es:

El conjunto de actividades de comunicación que van desde las técnicas publicitarias al espectáculo, las relaciones públicas, pasando por la divulgación tradicional, el periodismo, exposiciones, clubes de ciencia, la gestión de la opinión pública, entre otros, que tienen contenidos científicos divulgados y destinados a público no especialista (Avogadro, ibíd.)

No corresponde aquí discutir algunas restricciones impuestas por algunos autores a la CCP, cuando es asumida lisa y llanamente como “divulgación científica”. Por ejemplo, Le Lionnais acota su realización “fuera del marco de la enseñanza oficial o equivalente” y que estas explicaciones extracurriculares “no tengan como objetivo formar especialistas” (citado por Avogrado, 2002). El sentido común insinúa que, quizás, dentro de la enseñanza formal puedan utilizarse también productos de divulgación. Respecto de la segunda condición, debe observarse que los insumos que nutren al científico pueden ser muy variados, dentro y fuera de su disciplina. Y, por ejemplo, es difícil concebir la inter y la transdisciplinariedad sin bosquejos previos, inevitablemente estilizados, que permitan al científico de una disciplina ingresar gradualmente en los arcanos de otra, que sospecha en fecunda reciprocidad con la que hasta ese momento cultiva.

Disociación de los resultados y el método

Las posibilidades de una conexión ciudadana adulta con las investigaciones científicas y las decisiones tecnológicas, y más aún un eventual “control ciudadano” de dichos procesos, se juegan en distintos campos.Hay múltiples factores, naturalmente, que inciden en estos fenómenos. Por ejemplo, el volumen y la calidad de la oferta formal de cursos de “periodismo científico” o “divulgación científica”, u otras denominaciones próximas. O bien, más en general, las políticas educativas y las políticas científicas, definidas por cada administración gubernamental. Pero en esta ocasión no nos ocuparemos de ellos, y tal como lo adelantáramos restringiremos nuestro análisis a tres facetas: a) la disociación de resultados o “descubrimientos” en la difusión mediática de los métodos usados para llegar a ellos; b) la pugna entre ciertas tendencias dominantesen materia de derechos de propiedad, por un lado  y, por el otro, los “derechos de propiedad débil” o regulados más a favor del público; c) la generación de espacios múltiples de respuesta, virtuales o presenciales, ante afirmaciones o interpretaciones erróneas vinculadas a la C & T y ante las manipulaciones políticas o empresariales.

En cuanto al punto (a), Carl Sagan ha puntualizado con firmeza que es muy peligroso presentar los resultados de la ciencia sin que los receptores del mensaje tengan cabal idea del método que condujo a ellos. Incluso lo equipara con la arbitrariedad con que las falsas ciencias, o las creencias tradicionales, suelen engañar a las personas sin educación científica alguna:

Si nos limitamos a mostrar los descubrimientos y productos de la ciencia –no importa lo útiles y hasta inspiradores que puedan ser- sin comunicar su método crítico, ¿cómo puede distinguir el ciudadano medio entre ciencia y pseudociencia? Ambas se presentan como afirmación sin fundamento (…) El método, aunque sea indigesto y espeso, es mucho más importante que los descubrimientos de la ciencia (Sagan, 2005: 39).

El consenso tácito en prescindir del método crítico propio de la ciencia consolida el hábito de preparar sin demasiado fundamento los informes y condensar noticias obtenidas a la ligera. Esto a su vez suele acarrear superficialidad e incluso ha hecho incurrir en situaciones ridículas a revistas prestigiosas. Por ejemplo, según Isabela Fraga, revistas como Veja (Brasil) han sido víctima de engaños, y éstos han llegado al punto de falsos congresos y publicaciones:

A veces una nota que parece ser increíble puede no ser tan buena, o una revista supuestamente prestigiosa resulta ser un fraude. Un ejemplo de lo primero es el clásico «boimate», de la revista brasileña Veja. En 1983 la publicación cayó en una broma de la revista estadounidense New Scientist y publicó una nota –incluyendo un infográfico- sobre científicos alemanes que combinaron células de res con las del tomate. Un ejemplo de lo segundo son los falsos congresos y periódicos académicos que, con nombres muy parecidos a los de algunas publicaciones reales (por ejemplo, la falsa publicación Entomology-2013 y la original Entomology 2013), engañan a científicos y periodistas por todo el mundo (Fraga, 2013).

Un ejemplo típico de la disociación que impugnamos es la pregunta acerca de “¿cuál ha sido el científico más grande?”, y sus variantes más específicas, cuando se interroga por el matemático, el físico o el biólogo más grande de la historia de su disciplina. En realidad, no es posible responder cabalmente a esa pregunta, la de cuál es “el más grande científico” de tal o cual siglo. Podría responderse con una broma: “Bueno, Einstein medía un metro y tantos centímetros, el promedio de estatura de los matemáticos que escribían bajo el seudónimo de Bourbaki era en forma aproximada tal o cual, Watson y Crick juntos debían superar los tres metros, y así sucesivamente”. La verdadera respuesta debe ser dada de modo tajante: no importa mucho si un científico es grande o pequeño. No tiene sentido esa pregunta. El trabajo más meritorio lo lleva a cabo la comunidad científica. Debe recordarse aquí la noción de “objetividad” de Karl Popper: la objetividad de la ciencia no depende de la objetividad del científico, sino que radica en una tradición de crítica mutua. No es un asunto individual de cada hombre de ciencia. Tal como sugería el propio Popper:

La objetividad de los enunciados científicos descansa en el hecho de que pueden contrastarse intersubjetivamente (…) La contrastación intersubjetiva es meramente un aspecto muy importante de la idea másgeneral de la crítica intersubjetiva, o, dicho de otro modo, de la idea de la regulaciónracional mutua por medio del debate critico (Popper, 1962:43).

Más adelante completa la idea:

Juntamente con el ídolo de la certidumbre cae uno de los baluartes del obscurantismo, que cierra el paso del avance científico: pues la adoración de este ídolo reprime la audacia de nuestras preguntas y pone en peligro el rigor y la integridad de nuestras contrastaciones. La opinión equivocada de la ciencia se delata en su pretensión de tener razón: pues lo que hace al hombre de ciencia no es su posesión del conocimiento, de la verdad irrefutable, sino su indagación de la verdad persistente y temerariamente crítica (Popper, 1962:261).

Claro que denominar “comunidad” a un ámbito conflictivo donde la gente pelea a ver quién publica primero para obtener reconocimiento, o a grupos que investigan aquello que les ordenan las grandes empresas para las cuales trabajan, es un poco inocente. Por eso sería mejor concluir que al científico individual lo controla la comunidad y a la comunidad científica la controla (o la debería controlar) el ciudadano común. Con ello, casi sin querer, nos introducimos en algo que conecta con las ideas principales de este artículo. Alcanzar la madurez social para lograr el control ciudadano de la ciencia y la tecnología, sería algo grande. Para la gente, pero también para la ciencia y la tecnología.

 Derechos de propiedad débil

En cuanto al punto (b), hay buenos motivos para sostener que la defensa a ultranza de la propiedad intelectual implica algo más que conservadurismo: hay evidencias de que obstaculiza el progreso y una apropiación más democrática del conocimiento. Por ejemplo, las fundadas perspectivas de investigadores como Paul Romer,autor de El cambio tecnológico endógeno (1990), sobre lo que el autor denomina “derecho de propiedad débil” o “derecho de propiedad blando”, han contagiado a muchos de sus colegas. En particular, dos discípulos de Romer, Michele Boldrin y David Levine, han hecho un estudio sobre la propiedad intelectual entendida en sentido clásico. Estos autores sostienen que “las patentes favorecen los monopolios y las rentas de situación” y que históricamente, “las patentes perjudicaron más que favorecieron la innovación”.  Por ejemplo, explican el caso de la máquina de vapor con visión muy crítica, y exponen de qué manera el monopolio de James Watt hizo que el invento permaneciera estancado, sin mejorías relevantes, y continuara desarrollándose recién después de que expirara la licencia.

En forma análoga, la industria farmacéutica y el caso de Microsoft son analizados por aquellos autores sin contemplaciones. A fines del siglo XIX Basilea se convirtió en la capital de los colorantes y abandonó la tradicional Francia, dado que allí la empresa La Fuchsine era poseedora del monopolio de los colorantes, lo cual había conducido al fin del impulso de innovar.  El Watt contemporáneo podría ser Bill Gates, que parece olvidar que el período más creativo de la informática transcurrió mientras los programas aún no estaban patentados. Y olvidó también que no es casualidad que la tecnología de software haya estallado en Sillicon Valley y no en Boston como se esperaba (históricamente Boston era la capital de la fabricación de computadoras), donde el derecho de propiedad era “duro” y no “blando” (es decir, menos protector o inexistente como en California)(Sorman, 2008:79-87).

Un caso particular que forma parte de estos fenómenos merece ser comentado. Las obvias dificultades legales y los conflictos éticos (quizás ya no tan obvios) que plantea desde hace años la copia no autorizada de software, música y películas a través de Internet, no han impedido que miles de usuarios se apropien de dichos contenidos. Sin incurrir en el exceso de un criterio permisivo, quizás deberían flexibilizarse las normas de propiedad intelectual, especialmente las referidas a la difusión de contenidos culturales, tomando en cuenta las perspectivas del movimiento “por una propiedad débil” esbozado líneas arriba. Por otra parte, el concepto de copyleft, emergente de los ámbitos del software libre como una alusión adversativa del copyright, es un camino que podría seguir siendo explorado.

El fenómeno de la piratería de software, música y productos audiovisuales, o el problema más general de la violación de los derechos de autor y patentes, u otras formas de lesión de derechos de propiedad, nos interesan aquí desde el punto de vista de la apropiación ciudadana de contenidos científico-tecnológicos, pero eso no supone ignorar los aspectos legales y éticos de la cuestión.

Vandana Shiva, científica, escritora, partícipe activa de movimientos ecologistas y feministas de la India, en un artículo sugestivamente titulado “¿Quiénes son los piratas?”, expresa con firmeza su visión del problema:

Irónicamente, las compañías que acusan al Tercer Mundo de piratería y crearon los TRIPs para detenerla, participan de la piratería de la riqueza biológica y del patrimonio intelectual del Tercer Mundo a gran escala. Así Pfizer, Bristol Myers y Merck -que integran el IPC, responsable de haber iniciado e introducido con éxito los derechos de propiedad intelectual en el GATT- tienen numerosas patentes sobre «biomateriales» sustraídos del Tercer Mundo sin permiso y sin haber pagado regalías a los dueños originales de ese material biológico (Shiva, 1995).

Si bien un robo no puede convertirse en excusa de otro robo, el artículo es aleccionante desde el punto de vista de la coherencia de las prédicas. Fenómenos como los señalados por Shiva introducen la cuestión de la legitimidad y de la autoridad moral. En una sociedad democrática la propiedad privada no puede constituir un absoluto. El mismo Estado que procura brindar las condiciones para el desenvolvimiento empresarial, al mismo tiempo, asume la misión de educar y ofrecer elementos para el desarrollo cultural de todos los ciudadanos. Quienes cargan con una responsabilidad semejante no pueden dejar de tener en cuenta el hecho de que los activos del conocimiento son diferentes en un aspecto esencial de otros bienes: cuando se roba un automóvil, una billetera o un celular, sus legítimos propietarios son excluidos completamente de su uso, goce y otros derechos. Pero cuando se copia una película o un CD musical, o se descargan de Internet sin pago que beneficie a los propietarios legales, no se priva a otros del bien, sino que se reducen las ganancias por haberlo creado y producido. La lesión es obvia y las legislaciones de muchos países, incluido el Uruguay, penalizan esas acciones. Pero como acto su cualidad es harto diferente de la del ejemplo del automóvil y otros objetos. Por un lado, es fácil deslizar la reflexión hacia la convicción de que, mientras se garantice un límite, siempre discutible y siempre dinámico, que no amenace seriamente la existencia de los creadores y de las empresas, la multiplicación infinita de las ganancias debería ceder ante el derecho de todos los ciudadanos a la educación y a la cultura. En particular, a la cultura científica. De hecho, esos canales irregulares son los que permiten a la gente común acceder a bienes y servicios a los cuales de otro modo no tendría acceso. Por otro lado, es sabido que los valores éticos compartidos y los hábitos colectivos de respeto de las normas legales parecen ser una precondición de la prosperidad económica y de la superación de la pobreza. Por ello los países subalternos del orden global no deberían renunciar a participar intelectualmente en el debate ético y legal, ni a buscar y proponer nuevas formas legales y conceptos filosóficos que las sostengan. Esos nuevos caminos deberían satisfacer aquellos derechos de manera más amplia, más coherente e igualitaria para todas las partes involucradas.

 Promoción de buenos espacios

 Es el momento de ocuparnos del punto (c): la promoción de espacios serios de difusión científico-tecnológica y de respuesta ante afirmaciones o interpretaciones populares erróneas vinculadas a la C & T y ante las manipulaciones políticas o empresariales. Eso suponen definiciones claras de una “comunicación científica pública” (CCP). Para situar en el debido contexto este fenómeno, debe mencionarse una sugerente observación de Giacomo Marramao, al analizarciertas formas de poder en términos de “coágulos”. Podrían describirse tres tipos de “coágulos de poder”: coágulos de poder económico como las empresas multinacionales; coágulos de poder etno-cultural; no importa si se trata de identidades culturales reales o imaginadas; y coágulos de poder religioso, transcultural. La fermental idea de Marramao radica en sostener que hoy ningún Estado o agrupación política de Estados, puede ignorar la presión surgida de dos fuentes diversas: “desde arriba”, por los grandes complejos económico-financieros del mercado global y “desde abajo”, por los impulsos autonomistas de comunidades y contextos locales (Marramao, 2013: 82 y sigs.).

Es en este último sector, que presiona “desde abajo”, o incluso lateralmente, agregaríamos nosotros, donde podrían ubicarse muchas manifestaciones diversas  de la “comunicación científica pública” (CCP) (Avogadro, 2002).  Veamos algunas de sus heterogéneas modalidades.

Por ejemplo, en un artículo titulado “Divulgación científica y tecnológica: teoría y prácticaperiodística para la producción del documental”, Herly A. Quiñones afirma que “la motivación de la audiencia, la vinculación de la ciencia y la tecnología con la vida cotidiana y laconstrucción de historias interesantes, son las características que debería reunir un documental de divulgación científica y tecnológica” (Quiñones, 2011). Ya sea en el formato de series televisivas o en el de películas, el género documental suele ser una factor relevante de CCP, tanto cuando se utiliza en ámbitos curriculares como cuando circula a través de medios masivos de comunicación, dimensión jerarquizada en el presente texto. Pese a que con frecuencia se utiliza como vehículo de determinados conceptos ideológicos, especialmente de índole religiosa, el género documental puede ser una apreciable herramienta de apropiación ciudadana de la ciencia. En el Uruguay, uno de los primeros en advertir los usos teológicos de la física y la cosmología actuales fue  el profesor Gonzalo Vicino. A vía de ejemplo, la serie Through the Wormhole, dirigida por Geoffrey Sharp (2010 a 2013) y conducida por el célebre actor Morgan Freeman, desde su primera temporada incluye episodios donde aparecen de modo explícito ciertas interrogantes religiosas: “¿Existe un creador?”, episodio 1 de la primera temporada; “¿Hay vida después de la muerte?”, episodio 1 de la segunda temporada; los episodios 6 y 7 de la tercera temporada son más explícitos aún, respectivamente: ¿”Podemos resucitar de la muerte?” y “¿Podemos eliminar el mal?”.

No tan cargados, o al menos no tan implicados en preocupaciones de esa índole, excepto el ateísmo militante de Carl Sagan a quien enseguida mencionaremos, he aquí algunos documentales ineludibles sin pretender una enumeración exhaustiva.

Series. Connections (Mick Jackson, 1978) con James Burke: Un esfuerzo lúcido y gigantesco por articular factores históricos, económicos y políticos, y así mostrar la profunda interconexión que tienen con la ciencia y la tecnología. A más de 30 años de realizada la primera versión, asombra aún hoy en día la densidad conceptual a la que se atrevía la televisión de entonces. Cosmos. A personal Voyage (Adrian Malone, 1980) con Carl Sagan: casi no necesita presentación, pero debe recordarse que fue una serie acusada de “materialismo” en el Uruguay de aquellas épocas. No solo trata de buena divulgación astronómica de los conocimientos entonces disponibles. Basta recordar un didáctico episodio donde se explica el concepto darwiniano de evolución de las especies, a partir de un cangrejo que en el dorso posee trazos que recuerdan a un samurai. La diatriba de Sagan acerca del carácter superfluo de la hipótesis de Dios ilustra cómo ha cambiado en unas pocas décadas la cultura estadounidense a partir de los avances religiosos creacionistas. Deben consignarse, también, aunque son mucho más especulativos:The Elegant Universe (Joseph McMaster y Julia Cort, 2003) con Brian Greene; e Intothe Universe with Stephen Hawking (Darlow Smithson, 2010).Filosóficamente hablando, muy inspiradores.

Películas.The Corporation (Mark Achbar, Jennifer Abbott y Joel Bakan, 2004) contiene mucha información acerca de la contaminación ambiental provocada por las actividades empresariales, además del uso imprudente de medicamentos y sustancias químicas. El cotejo entre una personalidad psicopática y el comportamiento de las grandes corporaciones, incluidos los daños provocados a los trabajadores (cotejo que vertebra todo el documental), es muy fecundo y está plenamente vigente.En cuanto a An Inconvenient True (Davis Guggenheim, 2006) inspirado y narrado por Al Gore, ha sido puesto en tela de juicio, a veces por motivos políticos y en ocasiones por razones científicas. Pero incluso si exagera o comete algunos errores respecto a las evidencias acerca del origen antropogénico del cambio climático, la mayor parte de sus afirmaciones no han sido contestadas de modo satisfactorio. Por su parte, Food Inc. (Robert Kenner. 2008) es una eficiente denuncia de los monopolios de la industria alimentaria en los EEUU, con mucha información detallada acerca de los riesgos para la salud y las condiciones de sumisión de los granjeros.

Una mención aparte merece el documental Inside Job (Charles Ferguson, 2010) narrado por Matt Damon, que da cuenta cabal de los factores que estallaron en 2008 en la crisis financiera de los EEUU. Los antecedentes históricos y políticos, la retirada gradual de las regulaciones legales al sector financiero, la incorporación de numerosas entrevistas con jerarquías gubernamentales y hombres de negocios, no flotan en la generalidad sino que se presentan con múltiples detalles concretos, nombres de empresas y de ejecutivos que incurrieron en prácticas criminales. Inside Job postula un espectador exigente, al que se le explican con diagramas precisos y metáforas didácticas los más complejos productos financieros. Sin duda, Inside Job implica un extraordinario documental de divulgación científica por sus rigurosos tecnicismos (incluso por momentos alejados del espectador no familiarizado con estas cuestiones) pero mucho más claro que ciertos programas televisivos acerca del Big Bang o la mecánica cuántica.

Programas de TV/Canales de Internet: Alterados por Pi con el doctor en matemáticas y periodista Adrián Paenza, en Canal Encuentro (www.encuentro.gov.ar).Escépticos con Luis Alfonso Gámez, en Canal Vasco. Es muy recomendable el episodio “¿Fuimos a la Luna?” donde se examinan las principales objeciones que aún suscita ese acontecimiento (http://www.eitb.com/es/television/programas/escepticos/). La calidad y cantidad de las charlas TED Ideas worth spreading (Technology, Entertainment, Design) (www.ted.com) hacen imperdible el portal para cualquier persona interesada por la divulgación seria y no solamente la de carácter científico o tecnológico. Un ejemplo del  interés del concepto de arquitectura social y su potencial para mejorar la salud de los sectores más vulnerables de Australia es la conferencia TED de  PaulPholeros de Healthabitat (2013). “¿Cómo reducir la pobreza? Arreglando las casas”. (http://www.ted.com/talks/paul_pholeros_how_to_reduce_poverty_fix_homes.html).

En cuanto al programa Redes (TVE) creado y conducido por Eduard Punset, es una referencia muy importante, por su variedad, por el rigor de los datos y  la relevancia de los entrevistados, más allá del uso de técnicas visuales o expresivas algo envejecidas para el gusto del televidente del siglo XXI (http://www.rtve.es/television/redes/).

Para cerrar esta sección, mencionemos algunos portales de Internet, favorecedores de la apropiación social de la ciencia: Revista Wired, (http://www.wired.comy http://www.wired.com/wiredscience/). ¿Cómo ves? Revista de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, (http://www.comoves.unam.mx/). Canal Encuentro (www.encuentro.gov.ar).Curso On line de Jornalismo Científico (http://www.wfsj.org/course/pt/). El libro de Federico Kukso Todo lo que necesitás saber sobreciencia (Kukso, 2013: 251 a 256) incluye numerosos portales actualizados, cuya transcripción excedería por completo los propósitos de este artículo.[4]

En nuestro A ciencia cierta (2010) hemos dedicado una sección a recomendaciones sobre periodismo científico de calidad, incluyendo una selección de autores nacionales (Courtoisie, 2010: 317-319). Deberían adicionarse a la lista allí esbozada títulos como Matemáticamente tenemos chance (2011) de Omar Gil y sus actividades de teatro y matemáticas, Ciencia.uy. Charlas con investigadores de  Rodolfo Ungerfeld y Alfredo García (2012), y las diversas formas de comunicación científica pública bajo la responsabilidad del Doctor en Ciencias Biológicas Richard Fariña.[5] Pero quizás la herramienta familiar más potente de difusión en materia de C & T (y la más peligrosa si no es utilizada con algún criterio racional), es el popular Youtube (www.youtube.com) donde se puede encontrar desde el paso a paso preciso para reparar un problema muy específico de hardware o de software informático, o la descripción de una patología médica, hasta una conferencia sobre astronomía o la explicación de alguna paradoja lógica o estadística. Este portal, Youtube, recuerda la Enciclopedia de Diderot, pero a condición de imaginar circunstancias extrañas en la cuales, a los artículos de los grandes pensadores de la Ilustración, se hubiesen adicionado materiales fundamentalistas políticos o religiosos, teorías conspirativas de todo tipo, disparates, banalidades y supersticiones de todo tenor. En Youtube están todas las etapas del conocimiento vulgar y del conocimiento científico con sus eslabones intermedios, muchos prejuicios y algunos esclarecimientos, el arte y la técnica, la historia y la vida cotidiana, la moda y la música, y otros innumerables (y a veces inclasificables) contenidos, compartiendo un espacio virtual donde a cada paso se tropieza con una suerte de “ADN basura” conservado allí por enigmáticos motivos.

El hombre de la calle y la ciencia

En un pasaje célebre de La ciencia en una sociedad libre, Paul Feyerabend proponía ya desde el título de un capítulo: “El hombre de la calle puede y debe supervisar la ciencia” (Feyerabend, 1982: 111 a 113). Recordemos primero el significado que le asignaba a dicho slogan y luego reparemos en dos interesantes argumentos que aducía para sostenerlo:

Comisiones de especialistas debidamente elegidos deben examinar si la teoría de la evolución está realmente tan bien establecida como los biólogos nos quieren hacer creer (…) Deben analizar caso por caso la seguridad de los reactores nucleares y tener acceso a toda la información de interés. Deben examinar si la medicina científica es merecedora de la exclusiva de la autoridad teórica, del acceso a los fondos y de los privilegios de mutilación de los que actualmente disfruta o si, por el contrario, los métodos curativos no científicos resultan con frecuencia superiores (…) Las comisiones deben examinar también si los test psicológicos evalúan adecuadamente las mentes de las personas, deben entrar en el problema de las reformas penitenciarias, etc., etc. En todos los casos la última palabra no corresponderá a los expertos sino a los más directos interesados (Feyerabend, 1982: 111).

De inmediato salta a la vista que, pese al título que apela algo vagamente al “hombre de la calle”, las tareas expresadas a modo de ejemplo no se encomiendan a individuos, por talentosos o dotados autodidactas que éstos sean. Tampoco a científicos de tipo outsider, alejados o enemistados de su comunidad de especialistas. La formación de cada uno no es lo que permite calificar o descalificar aquí para asumir esta noble misión, sino la disposición a introducirse en el estudio de diversas cuestiones y a sostener una actitud crítica, sin aceptar apelaciones a la autoridad. Y lo que es fundamental, las tareas descritas se asignan a “comisiones”, es decir, a grupos humanos con alguna estructura y con alguna razón de ser, o conjunto de propósitos compartidos. Esta es una noción muy relevante y mucho menos disparatada de lo que hasta el propio Feyerabend pudo haber creído.

Por un lado, ya hemos aludido líneas arriba la noción popperiana de “objetividad” científica, como tarea comunitaria de crítica recíproca (y no como ingenua “objetividad” de tal o cual individuo). En eso Feyerabend no contradice, en esencia, la noción de búsqueda del autor de La lógica de la investigación científica. El paso que da es incrementar el número de integrantes de la comunidad. Por decirlo con otras palabras, Feyerabend aumenta la cantidad de miembros de la “asamblea”, y los convoca a integrarse a una labor de información y de discusión ardua.

Por otro lado, en ámbitos académicos y de divulgación hemos trabajado sobre esa idea. Por ejemplo, junto al Doctor en Matemáticas Omar Gil, indagamos los “Grupos de Galton: un espacio particular de procesos de comunicación”. Al recorrer la literatura involucrada, encontramos que las deliberaciones grupales podríanresultar exitosas para proponer soluciones a problemas cognitivos, o a cuestiones de coordinación ycooperación entre individuos. Esas condiciones resultan de interés para explicar problemas tan disímiles como el funcionamiento de los mercados financieros, el crecimiento de estructuras «Wiki» o ciertas peculiaridades de los descubrimientos científicos. En todos estos casos, la participación individual en el contexto de un proceso de corrección y trabajo colectivos, aunque sólo esté implícito en las relaciones establecidas entre los individuos y no sea fruto de decisiones explícitas, parece asegurar resultados mejores que si se apostara al desempeño de expertos solitarios (Courtoisie y Gil, 2012). Además, en el ámbito de la polémica creada en torno de la autenticidad de ciertas piezas exhibidas en el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) de Montevideo, hemos sostenido que:

Toda certeza humana supone una construcción colectiva y el ruido de fondo de un camino áspero, lleno de sobresaltos. Por eso el MAPI organiza esta exposición, a partir de los cuestionamientos que han recibido algunas de sus piezas. Y bienvenido sea el desafío de compartir las investigaciones que se han generado, como así también las teorías en pugna respecto de qué criterios deben asumirse para exponer objetos cuya autenticidad se discute (Courtoisie, 2013).

Regresemos a La ciencia en una sociedad libre y a los dos argumentos esgrimidos por Paul Feyerabend para justificar la idea de que “comisiones” de ciudadanos fiscalicen la ciencia (y la tecnología también, porque recomienda también, por ejemplo, supervisar “la seguridad de los reactores nucleares”). El primero de ellos, que denominaremos “el argumento gradual de los oficios”, se encuentra en una extensa nota al pie y dice así:

Todo el mundo sabe que no siempre se puede confiar en los fontaneros, los carpinteros, los electricistas y que más vale estar pendiente de ellos. Se empieza por comparar diferentes empresas, se elige la que hace mejores sugerencias y se supervisa cada uno de los pasos de su trabajo. Lo mismo puede decirse de las profesiones “superiores”: el individuo que contrata a un abogado, consulta a un meteorólogo o pide un informe sobre su casa, no puede dar todo por sentado si no quiere encontrarse con una cuantiosa factura y con problemas mayores que aquellos que esperaba que el experto solucionara. Todo esto es algo bien sabido. Pero todavía hay profesiones que parecen estar puestas fuera de toda duda (Feyerabend, 1982: 112).

Luego continúa en estos términos:

Son muchos los que confían en un médico o en un educador como antaño habrían confiado en un sacerdote. Sin embargo, los médicos se equivocan en sus diagnósticos, prescriben medicamentos nocivos, cortan, someten a rayos X, mutilan a la menor provocación, porque son incompetentes, porque no tienen cuidado… (Ibídem).

Recordemos que con anterioridad el autor había afirmado que “en todos los casos la última palabra no corresponderá a los expertos sino a los más directos interesados” (Feyerabend, 1982: 111).Pero “los más directos interesados” no son aquellos que opinan sin estudiar, o discuten sin pensar, sino los que “están dispuestos a trabajar duro”. La apropiación social del conocimiento no se accede por algún procedimiento milagroso de “ciencia infusa”, sino por buscar la información, interpretarla, discutirla con otros. Es entonces que surge el segundo argumento de Feyerabend, que podríamos etiquetar como “el jurado prima sobre los expertos” o “argumento del jurado”, inspirado en el derecho anglosajón. Lo expone así:

Que la gente corriente puede descubrir los errores de los especialistas siempre que estén dispuestos a “trabajar duro” es el supuesto básico de todo juicio con jurado. La ley exige que el testimonio de los expertos sea comprobado y sometido al dictamen de un jurado. Al imponer este requisito se reconoce que los expertos son humanos después de todo, que cometen errores aún dentro de su especialidad, que tratan de disimular cualquier fuente de incertidumbre que pudiera menoscabar la credibilidad de sus ideas y que su pericia no es tan inaccesible como suelen dar a entender. Y se reconoce también que un profano puede adquirir el conocimiento necesario para comprender sus procedimientos y detectar sus equivocaciones, suposición que resulta confirmada una y otra vez (Feyerabend, 1982: 113).

Debe tenerse en cuenta que el derecho vigente en países como el Uruguay procede de otro modo. Para entenderlo mejor, debe tomarse en cuenta que, por ejemplo, el Instituto Técnico Forense aporta el trabajo de peritos en materias tales como medicina, psiquiatría, caligrafía y dactiloscopia, o contrata los servicios de ingenieros, arquitectos e informáticos.Sin embargo, tarde o temprano, incluso cuando es necesario cotejar diferentes peritajes sobre una misma incógnita, son los magistrados y no los científicos o los peritos los que terminan protagonizando las decisiones. De manera que “el argumento del jurado” es sostenible también en nuestras latitudes. Por su parte, Feyerabend expresa:

Eruditos engreídos y amedrentados, cubiertos de títulos honoríficos, cátedras universitarias y presidencias de sociedades científicas, son derrotados por un abogado con talento suficiente para examinar la más impresionante jerga y poner al descubierto la incertidumbre, la vaguedad y la monumental ignorancia que se esconde tras la más deslumbrante ostentación de omnisciencia: la ciencia no está fuera del alcance de las luces naturales de la raza humana. Lo que propongo es que se apliquen estas luces a cuantas importantes cuestiones sociales están ahora en manos de los expertos (Feyerabend, 1982:113).

 El “anarquismo epistemológico” de Feyerabend muestra en los desarrollos examinados su rostro más humano y en cierto sentido, más realista.[6]

 La ficción ayuda a la ciencia

Los omnipresentes medios de comunicación y en particular las nuevas tecnologías, brindan hoy más oportunidades que nunca para esgrimir “el argumento gradual de los oficios” y “el argumento del jurado” señalados por Paul Feyerabend, a condición de que se esté dispuesto a realizar un “trabajo duro”. En párrafos anteriores habíamos señalado la necesidad de compartir buenos espacios de comunicación científica pública, y difundir las múltiples formas de respuestaante afirmaciones o interpretaciones erróneas vinculadas a la C & T y las previsibles manipulaciones del poder. Esta idea no es nueva. Pero es lo suficientemente buena como para que haya sido puesta en práctica muchas veces, con resultados que defienden la idea de una sociedad más justa y más humana, a partir de la apropiación social del conocimiento.

Por ejemplo, aunque no se trate estrictamente de “periodismo científico” el documental El Rati Horror Show (2010) de Enrique Piñeyro, puso en evidencia la corrupción de la policía bonaerense y la justicia argentina, con la cual colaboró la ligereza lamentable de los medios masivos de comunicación. El film ilustra técnicas forenses (por ejemplo, el peritaje de huellas digitales) y utiliza múltiples tecnologías (cámaras ocultas, análisis de imágenes y sonidos, animaciones, dramatizaciones, edición de archivos televisivos, lectura de expedientes judiciales, etc.) que pone al servicio de la búsqueda de la verdad:  el joven Fernando Carrera en realidad no era culpable de los hechos que se le imputaron (Piñeyro, 2010).  Este trabajador y padre de familia pasó injustamente siete años en la cárcel. Poco tiempo después de la inteligente denuncia articulada por el trabajo de Piñeyro, fue provisoriamente liberado. Por cierto, el empowerment ciudadano ante una Justicia que no es justa, a veces encuentra ciertos límites: en agosto de 2013 la Cámara de Casación volvió a condenarlo.

En un documental anterior, Fuerza Aérea S.A. (2006) Piñeyro, médico y ex piloto de aviación, había puesto en evidencia la degradación de la cultura corporativa de la navegación aérea en la Argentina. Más allá de los datos precisos sobre la corrupción, identificando a los responsables de irregularidades y delitos, el documental es por momentos una brillante demostración de las posibilidades de sofisticadas simulaciones digitales, o del uso didáctico de modestas maquetas para explicar detalles técnicos del funcionamiento de los aviones comerciales, las técnicas de comunicación y los protocolos de los aeropuertos.

Al vasto mundo del documentalismo cinematográfico o televisivo, y sus análogos en Internet, debe asignársele un lugar de privilegio a la ficción, por sus posibilidades de llegar a públicos más vastos. Por ello examinemos ahora los contenidos científico – tecnológicos involucrados en algunas pocas series televisivas y películas. Quizás su contemplación y su análisis constituyan también herramientas poderosas para una apropiación ciudadana menos declarativa y más eficiente.

Christopher Falzon, profesor de Filosofía en la Universidad de Newcastle (Australia), dedicó un extenso capítulo a los “Tiempos Modernos. Sociedad, ciencia y tecnología” de su libro La filosofía va al cine (Falzon, 2005: 157 a180).[7]  Los comentarios que cruzan ciencia, filosofía y cine incluyen 2001: A Space Odissey (Stanley Kubrick, 1968), The Fly (David Cronenberg, 1986), Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993) y muchos otros títulos. Apoyado en Habermas, y con un tono expresivo que lo aproxima a Feyerabend, Falzon dice:

El pensamiento tecnológico se convierte así en una ideología que nos oculta el carácter muy diferente del reino interpersonal, donde debería gobernar la discusión colectiva y el consenso. Presentando todas las cuestiones sociales como cuestiones técnicas que sólo los expertos administradores pueden solucionar, se justifica la concentración de poder social en manos de tecnócratas y burócratas (Falzon,2005: 179)

La teoría de la argumentación es, probablemente, un área medular para la apropiación ciudadana de la ciencia. La crítica de la pseudociencia o falsa ciencia, pero también el análisis que permite desenmascarar la ciencia falsa, han de encontrar en ella un conjunto de herramientas imprescindibles. No en vano Falzon dedica otro capítulo entero a la disciplina: “El Santo Grial. El pensamiento crítico”. Son memorables las páginas que se ocupan del análisis de Twelve Angry Men (Sydney Lumet, 1957), una obra maestra donde el autor identifica con sagacidad numerosas falacias cometidas por los jurados que deben evaluar evidencias y argumentos para declarar a un joven “culpable” o “no culpable” del asesinato de su padre (Falzon, 2005: 204 a 209).

Enfaticemos el poder de la ficción para facilitar la apropiación ciudadana del conocimiento científico tecnológico. Para ello recordemos que Nassim Taleb, en El cisne negro, apelando al novelista E.M. Forster afirmaba:

Para comprender mejor el poder de la narración, fijémonos en la afirmación siguiente: “El rey murió y la reina murió”. Comparémosla con “El rey murió y, luego, la reina murió de pena”. (…) Aunque en la segunda afirmación añadimos información, redujimos efectivamente la dimensión del total. La segunda frase es, en cierto sentido, mucho más ligera de llevar y mucho más fácil de recordar; ahora tenemos una sola secuencia de información en lugar de dos (Taleb, 2009: 124)

Dos casos verdaderamente paradigmáticos del poder de lo narrativo para exponer con claridad o sensibilizar acerca de conceptos científicos y, sobre todo, mostrar los impactos de las nuevas tecnologías en la sociedad, lo constituyen las series británicas Black Mirror(Charlie Brooker, 2011 a 2012), y Orphan Black (John Fawcett & Graeme Manson, BBC America, 2013).

A través de historias ubicadas en un futuro próximo, con la fuerza narrativa que agudamente señalaba Nassim Taleb, Black Mirror presenta de modo fascinante la obscenidad del poder, la irrealidad de la civilización del espectáculo (ya denunciada por Guy Debord en La société du spectacle, 1967)  la sumisión de los ciudadanos al consumo, al uso compulsivo de celulares o de las redes sociales, y un horizonte de posibilidades siniestras de invasión de la privacidad y producción artificial de identidades humanas. En particular, el horizonte totalitario implícito en sociedades donde un reality show puede utilizarse como espacio para castigar infinitas veces a un presunto criminal, o en las cuales un personaje animado puede llevar el talk show al entierro de todo diálogo racional.

En cuanto a Orphan Black, los conflictos éticos de la clonación humana, las patentes empresariales sobre ciertas formas de vida, y la experimentación irresponsable de seres postorgánicos, son planteados de modo adulto y con un ritmo dramático pocas veces visto en estos temas. La actriz Tatiana Maslany se desdobla con extraordinario talento en representar varios clones de una misma identidad pero con muy distintas personalidades, replanteando el pleito entre Naturaleza y cultura en un marco que lo ilumina bajo una potente luz. En Orphan Black,todo hace pensar en las advertencias de Paula Sibilia:

Uno de los grandes sueños de la tecnociencia más actual es la promesa de que los científicos puedan efectuar modificaciones en los códigos genéticos que animan a los organismos vivos (vegetales, animales y humanos), de una forma semejante a la manera en que los programadores de computadoras editan software.[8]

A modo de cierre, repasemos lo esencial del camino recorrido. La apropiación social del conocimiento científico posee entre algunas de sus condiciones de posibilidad el no disociar los resultados de los métodos usados, regular los derechos de propiedad más a favor del público y promover los buenos espacios de democratización en C & T. Hemos consignado algunas definiciones de “periodismo científico” y “comunicación científica pública” (CCP). Hemos sugeridoy comentado ciertos productos audiovisuales como herramientas idóneas para una progresiva apropiación ciudadana, tanto documentales como narrativos.[9] Los pasajes oportunamente comentados de  Paul Feyerabend en La ciencia en una sociedad libre,en el capítulo sugestivamente titulado “El hombre de la calle puede y debe supervisar la ciencia”, nos permitirán ahora culminar: “la ciencia no está fuera del alcance de las luces naturales de la raza humana” y de lo que se trata es de aplicar “estas luces a cuantas importantes cuestiones sociales están ahora en manos de los expertos” (Feyerabend, 1982:113).

 

 REFERENCIAS

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CALVO HERNANDO, Manuel (2001). “La divulgación científica en el nuevo milenio”. Texto de la conferencia de Manuel Calvo Hernando en el Acto inaugural de las I Jornadas “Ciencia, Periodismo e Internet”. Málaga, 19 octubre 2001. http://www.encuentros-multidisciplinares.org/Revistan%BA11/Manuel%20Calvo%20Hernando.pdf

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COURTOISIE, Agustín y GIL, Omar (2012).  “Grupos de Galton: un espacio particular de procesos de comunicación”. Ponencia en ALAIC 2012: http://alaic2012.comunicacion.edu.uy/content/un-espacio-particular-de-procesos-de-comunicaci%C3%B3n-los-grupos-de-galton

COURTOISIE, Agustín (2013). “En beneficio de la duda”. Texto incluido en la exposición del mismo título del Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) de Montevideo. http://www.mapi.uy/docs/EN-BENEFICIO-DE-LA%20DUDA-Agustin-Courtoisie.pdfhttp://www.mapi.uy/expo_en_beneficio_de_la_duda.html

FALZON, Christopher (2005) La filosofía va al cine. Una introducción a la filosofía. Tecnos/Alianza. Madrid.  [2002]

FEYERABEND, Paul (1982). La ciencia en una sociedad libre. Siglo XXI editores. Madrid. [1978]

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NOTAS

[1] Por ejemplo, ver “Indígenas exigen soluciones al gobierno de Brasil” en Adinet Noticias (6/6/2013). http://noticias.adinet.com.uy/noticia/ver/4667e3

[2] Esto no impide advertir que a veces los movimientos sociales pueden ser manipulados, o usar información parcializada. Preservar la coherencia de las prédicas, requiere no cambiar de criterio según se trate de UPM (Ex Botnia) en territorio uruguayo, o de ejemplos análogos en territorio argentino. Basta pensar que, según el ex defensor ambiental del pueblo de Capital Federal, Antonio E. Brailovsky: “No parece fácil convencer a un tribunal internacional de pedirle a las empresas uruguayas lo mismo que no se les está exigiendo del lado argentino a las empresas Celulosa Campana y Gral. Bermúdez, Papelera del Plata, Wixel, Campanita, Papel Prensa de San Pedro, Iby en Entre Ríos, Andino sobre Santa Fe, Alto Paraná S.A., Piray y Papel Misionero”. En la Argentina, unas 10 plantas vierten sus efluentes al río Paraná. La producción anual es de 850.000 toneladas de celulosa. Y por dar un ejemplo, los contaminantes de la planta de Gral. Bermúdez ha sido verificada por Green Peace. Citado por SABINI (2012: 189).

[3] Hay una razón metodológica más profunda en ese deslinde. Por un lado, en teoría, primero habría que estudiar los problemas de C & T y sus impactos sobre la sociedad, y recién después la gente estaría en condiciones de organizarse para luchar por determinados objetivos (o por ciertas políticas o incluso por ciertas formas de vivir). Sin embargo, la experiencia muestra que unos y otros procesos se van dando trenzados.  Acotar el objeto de estudio supone hacerle un poco de caso a la teoría: los problemas de cómo sería mejor hacer las cosas, son de muy diferente categoría que los problemas de conocer cómo las cosas son, como explicó finamente Carlos Vaz Ferreira en Lógica viva (1910) con su distinción de “problemas normativos” y “problemas explicativos”.

[4] Baste mencionar que allí pueden encontrarse, a vía de ejemplo: Administración Nacional China del Espacio (www.cnsa.gov.cn); Earth Microbiome Project (www.earthmicrobiome.org); Foods for Specified Health (www.foshu.com); Knome (Human Genome Interpretation Company) (www.knome..com); Proyecto Genoma Humano (www.genome.gov); Telescopio Espacial Kepler (www.kepler.nasa.gov); y la Sociedad Internacional para la Investigación de Células Madre (www.isscr.org).

[5] El listado también podría ampliarse con ALINOVI, Matías (2009). Historia universal de la infamia científica. Imposturas y estafas en nombre de la ciencia. Siglo XXI Editores. Buenos Aires. En cuanto a Richard Fariña, además de su faceta referida a la CCP, que incluye libros y documentales de calidad, debe agregarse que desempeña una actividad destacada como investigador: también lidera el equipo que trabaja sobre los importantísimos hallazgos de megafauna del arroyo Vizcaíno (Uruguay).

[6] Nuestra preferencia por esta obra en particular no nos impide reconocer que en los últimos años de su vida Feyerabend «ya no estaba satisfecho con La ciencia en una sociedad libre; no quería que el libro volviera a imprimirse». La afirmación fue hecha por Grazia Borrini-Feyerabend y es citada por Helmut Heit y Eric Oberheim en la “Introducción” de FEYERABEND, Paul (2013). Filosofía natural.  Debate. Buenos Aires. Quizás nos equivoquemos, pero también podría ocurrir que el autor haya sido injusto con ese libro.

[7] Con inspiración similar a la del libro de Falzon, aunque no dedica una sección aparte a C & T, debe consultarse también Cine: 100 años de filosofía. Una introducción a la filosofía a través del análisis de películas de Julio Cabrera, Gedisa, Barcelona, 2006. [1999]

[8] Ver “Paula Sibilia: El hombre postorgánico, el sueño de trascender nuestra condición biológica «demasiado humana» con la ayuda de las tecnologías digitales”, entrevista con Alejandro Piscitelli y Verónica Castro en Educar. El portal educativo del Estado argentino.http://portal.educ.ar/noticias/entrevistas/paula-sibilia-el-hombre-postor-1.php

[9] Es irresistible consignar aquí un posible ejemplo, que habría que investigar mejor, de los efectos de una narración de calidad sobre los comportamientos sociales. Según La Vanguardia: “El último episodio de Breaking Bad, la serie triunfadora de la última edición de los Emmy, se ha emitido en Estados Unidos este domingo, 29 de septiembre. Cinco años después de su premiere, esta historia, creada por Vince Gilligan en 2008, pone punto y final a uno de los últimos grandes dramas de la televisión.En Breaking Bad, la metanfetamina, una de las drogas más potentes y destructivas, comparte protagonismo con el reparto de la serie a lo largo de cinco temporadas. Llegados a este punto conviene comprobar hasta dónde esta droga, con efectos durísimos en los consumidores, se ha convertido en un problema en Estados Unidos. Lo cierto es que con las cifras oficiales en la mano, se puede llegar a concluir que la penetración de este estupefaciente ha ido proporcionalmente disminuyendo a medida que ha crecido la popularidad de la serie.  Según anunció el pasado 13 de septiembre la agencia estadounidense antidroga (DEA, por sus siglas en inglés), en 2012 hubo 12.694 incidentes en laboratorios de metanfetamina en EE.UU., una cifra menor a los 13.390 que hubo en 2011 y todavía más baja si lo comparamos con los 15.196 incidentes de 2010. De hecho, la de 2012 es la cifra más baja en este tipo de casos desde 2008, cuando empezó la serie”. La letra cursiva para enfatizar es nuestra. http://www.lavanguardia.com/internacional/20130930/54390112373/metanfetamina-breaking-bad.html


Artículo original: COURTOISIE, Agustín (2013). En CABRERA, M., KANOVICH, S., MELOGNO, P., & PREREYRA, L. (compiladores), (2013). Desafíos de la educación científica. Montevideo: EUBCA, Facultad de Información y Comunicación, Centro Universitario de Paysandú (CUP), ANII y Universidad de la República, pp. 73-100.